Diego Rivera: re-visiones de Norteamérica muestra al muralista mexicano como uno de los principales introductores de los movimientos del arte moderno en aquel lugar, a partir de la profunda influencia artística e ideológica que ejerció.
En distintos periodos de su trayectoria creativa, Rivera promovió en el país del norte tendencias como el cubismo, el realismo social, el arte popular estadounidense, la valoración de la vida rural y el muralismo mexicano. Con la producción salida de su mano, tanto en murales como en múltiples piezas de pintura y dibujo, ampliamente valoradas en su conjunto por el mercado, la crítica especializada local e internacional, y por diversos públicos, logró incidir en el cambio del perfil creativo de aquella nación. Su influencia la podemos advertir durante 30 años, en la primera mitad del siglo XX, en aspectos temáticos y estilísticos orientados a resaltar el poder transformador de obreros y agricultores, en el desarrollo social de su país.
El impacto de Diego Rivera en el arte norteamericano comenzó en 1916. En ese año la Modern Gallery exhibió piezas suyas del periodo cubista en una muestra individual, a la que sumó piezas prehispánicas. Además, participó en dos colectivas que incluyeron a Paul Cézanne, Vincent van Gogh, Pablo Picasso, Francis Picabia, Constantin Brancusi, Georges Braque, Frank Burty, André Derain y piezas de arte africano.
Las presentaciones de Diego Rivera quedaron así contempladas en la década que arraigó al arte moderno europeo en la Babilonia de Hierro, entre 1908 y 1918, en medio de grandes polémicas y dinámicas promocionales que dejaron ver la inmensidad de territorios y horizontes reales y simbólicos de América, la tierra de oportunidades, que tanto impresionaron en diferentes tiempos a Franz Kafka y a Gilles Deleuze.
Un segundo y gran capítulo se abrió después, teniendo como plataforma el papel señero de Rivera en el muralismo mexicano. Es importante destacar que este movimiento fue el primero del continente americano en alcanzar trascendencia mundial. Inició en el invierno de 1921 desde muy pronto y posicionó a México a la vanguardia artística de la región.
Este movimiento fue recibido en el ámbito internacional con gran expectativa y sus estructuras filosófica y política se integraron casi de inmediato al arte moderno, a la par de las propuestas surrealistas recién instituidas en París. Por vez primera en la historia del arte occidental, una tendencia cultural excéntrica impactó la visión del mundo eurocentrista y permeó de manera definitiva al arte moderno.
A partir de la plataforma del muralismo, Diego Rivera influyó en el arte y la cultura estadounidenses con una contundencia superior a la lograda en la primera época. Exposiciones iniciáticas en este segundo momento fueron la célebre Mexican arts de 1930, realizada en el Metropolitan Museum of Art –organizada por René d’Harnoncourt—, donde José Clemente Orozco y Rivera fueron las figuras destacadas, y sobre todo, la individual que le dedicó el MoMA, en Nueva York, a finales de 1931.